Son
múltiples y variados los retos de la formación de docentes en la Venezuela del
siglo XXI. Muchos se derivan de los avances de la ciencia y la tecnología,
cuyas consecuencias afectan a la educación en todas sus modalidades y en todas
partes, otros están asociados a la situación del sistema escolar venezolano en
los últimos años, otros más son consecuencia de la evolución y características
de la formación de docentes en nuestro país y su dependencia cultural.
Entendemos
los retos como desafíos o amenazas que incitan a la acción, como señales de
alerta provocadoras de reacciones ejemplarizantes, desafíos motivadores de
respuestas inmediatas, de soluciones rápidas y acertadas que impidan la
prolongación de situaciones indeseadas. En ese sentido asumimos las reflexiones
sobre las conexiones entre las dos actividades
primordiales del trabajo en la universidad: la docencia y la investigación.
La finalidad de este artículo es
explorar un poco acerca de estas dos actividades.
En un análisis realizado por Clark
(1997) citado en la revista Docencia e
investigación en la universidad, se menciona cómo poder integrar la
investigación y la docencia y argumentó que la investigación tiene, por
supuesto, un lugar en el ámbito de la enseñanza y que este concepto no es nuevo
ni en la teoría ni en la práctica. Sin embargo, para este autor, esta fuerte
conexión se encontraría sobre todo en los programas de postgrado. Generalmente la investigación suele verse como una actividad separada
de la docencia. En este ámbito encuentra Clark un cierto nivel de incompatibilidad
y sugiere que se le preste una especial atención. Y es que las relaciones entre
la investigación y la enseñanza no son sólo un tema institucional. La cuestión clave
se sitúa en el tiempo que dedican los académicos a la enseñanza y a la investigación
para poder lograr un cierto equilibrio institucional.
Según este autor, otros dos temas a
tener en cuenta son la estructura del personal académico que está diseñado para
responder a las necesidades de la enseñanza, y que los logros en investigación
se valoran más que las calificaciones pedagógicas en la promoción y selección
de académicos, algo que también sucede en otros sistemas universitarios, como
es el caso del sistema español. Estos dos temas contribuyen a crear una
situación un tanto paradójica y desigual en el complejo entramado de la
universidad española. Los académicos que investigan, un buen porcentaje no lo
hace, pasan casi la mitad del tiempo dedicados a tareas de investigación y la
otra mitad a las de docencia. Pero son escogidos de acuerdo con las necesidades
de enseñanza mientras que la selección (titularidad o cátedra), en unas áreas de
conocimiento más que en otras, se realiza teniendo en cuenta los logros en
Docencia
e investigación en la universidad.
En el estudio realizado por Vidal y
Quintanilla (1999) la opinión generalizada entre los académicos españoles es
que la relación entre la investigación y la enseñanza es inevitable. Casi nadie
está de acuerdo con la idea de que trabajar en la universidad implique sólo
enseñar. Es más, en algunos casos específicos, el profesorado preferiría sólo
investigar, o dedicarse a su actividad creativa (pintura, escultura,
literatura, etc.). Sin embargo, para estos autores, esta relación inevitable
puede ser positiva o negativa, y eso es lo que intentaron determinar estos
autores en su estudio.
La interferencia más común entre
las dos actividades se encuentra en la dificultad de hacer investigación si se
tiene mucha docencia. El tiempo dedicado a la investigación no se puede dedicar
a la enseñanza y viceversa. Por otro lado, los indicadores más claros de
transferencia se encuentran en aquellas situaciones en las que la docencia se
orienta hacia los intereses de la investigación.
En general, y aunque se trate de
situaciones específicas, se encuentra una relación positiva entre los cursos
especializados y la investigación. Estas dos afirmaciones reflejan que lo
importante para los académicos parece ser la investigación, ya que comienzan
pensando qué es bueno o malo para la investigación y luego qué pasa con la
enseñanza. En este sentido parecería que la investigación es una prioridad para
los académicos, lo que no explica el gran número de ellos que no hace
investigación, en particular, en el ámbito de la educación, sorprende la falta
de estudios sistemáticos y profundos sobre los muchos y múltiples problemas y
desafíos de la educación actual, incluida la universitaria.
En cuanto a las relaciones
positivas entre la enseñanza y la investigación, el estudio al que se hace mención
señala los siguientes factores como favorecedores de transferencia.
·
La actividad
investigadora lleva a la mejora de la enseñanza (pero no viceversa). Es más,
los académicos no pueden ser buenos sin hacer investigación, aunque un buen
investigador puede ser un pésimo docente.
·
Algunas de las
infraestructuras conseguidas a través de proyectos de investigación
también se utilizan en actividades de enseñanza.
·
Las actividades de
investigación contribuyen a poner al día al currículum, afectando de forma
positiva a los cursos especializados.
·
Si los cursos se
relacionan con el perfil investigador del profesorado, la relación es
favorable.
De este modo, según los académicos
en este estudio, la transferencia afecta de forma positiva la calidad de la
enseñanza, la infraestructura y el currículum. Así mismo, las interferencias
señaladas son:
a) Algunos aspectos implicados en las actividades
docentes entorpecen la buena investigación, incluso cualquier clase de investigación.
Dar clase a grupos diferentes, con un gran número de estudiantes, teniendo
muchas horas de clase y un horario poco favorable, reduce la posibilidad de
investigar.
b) La
puesta en práctica de nuevos programas aumenta el tiempo requerido para la
enseñanza, disminuyendo el tiempo dedicado a la investigación.
c) La
investigación con instituciones externas requiere viajar, lo que afecta a la
docencia.
d) La
investigación muy especializada afecta los cursos más generales y básicos de
forma negativa.
Es cierto que la gran mayoría de
los académicos deberían enseñar e investigar de forma conjunta, pero sólo en
determinadas condiciones. En realidad, al igual que en la mayoría de las
universidades, valoran más la investigación que la enseñanza. La mayoría de los
esfuerzos para mejorar la actividad y calidad de la investigación serán
beneficiosos para la calidad de la enseñanza. Por el contrario, parecen convencidos
de que la mayoría de los esfuerzos para mejorar la enseñanza serán malos para
la investigación.
Esta idea bastante extendida entre
los miembros de la academia, incluso entre los del ámbito de la educación,
denota una determinada mentalidad entre el profesorado universitario. Esta
mentalidad se basa en la creencia de que la única clave de la mejora de la
enseñanza la tienen los estudiantes. Que éstos deberían estar listos para
callar y escuchar y responder a lo que se les pide en el momento y la forma en
que se les pide. De este modo, no es el profesorado el que tiene que
desarrollar y adquirir conocimientos y habilidades que contribuyan a mejorar el
rendimiento del alumnado. Ha de ser éste el que ha de desplegar toda su
inteligencia adaptativa para integrar la fragmentación, dar sentido al
conocimiento descontextualizado y sobreponerse a la frustración de aprender lo
que sabe que necesitará olvidar para seguir aprendiendo a lo largo de todo su
vida.
Para Vidal y Quintanilla (1999)
existen seis áreas en las que las decisiones pueden apoyarse en el análisis de
la transferencia y la interferencia entre la enseñanza y la investigación.
1. Las
modificaciones del currículum y desarrollo de programas. Para estos autores,
buenos grupos de investigación podrían proporcionar una mejor perspectiva de lo
que se va a pedir a un determinado profesional. Por estar más en la «punta de
lanza» del conocimiento pueden ayudar a desarrollar nuevos cursos o incluso en
el desarrollo de nuevos programas.
2. La
formación del profesorado. En algunas áreas científicas, la actividad investigadora
es esencial para la formación del profesorado. Buenos grupos de investigación
pueden proporcionar nuevas tecnologías (infraestructura) y el conocimiento para
la formación.
3. Infraestructura
común para la enseñanza y la investigación. Cuando grupos de investigación
adquieren nueva infraestructura utilizando fondos de investigación, la nueva
puede reemplazar a la antigua, que se puede utilizar en los laboratorios para
alumnado.
4. La
gestión de los recursos humanos. Las instituciones tienen que elaborar los
criterios para seleccionar su personal. Las decisiones sobre necesidades de
investigación y enseñanza son muy importantes. Un equilibrio entre las dos
puede contribuir a una mejora de ambas.
5. Los
horarios docentes. La investigación conlleva algunos requerimientos, uno de
ellos es la necesidad de viajar. Esto se puede facilitar concentrando la
docencia en un semestre o en unos pocos días a la semana.
6. La
colaboración investigadora interna y externa. La relación personal es uno de
los factores que explica el éxito de las colaboraciones investigadoras. Los
investigadores pueden colaborar en el establecimiento de relaciones con otras
instituciones o compañías para favorecer la movilidad de los estudiantes y su
transición al mundo del trabajo.
Parece evidente que una gestión
universitaria integrada y flexible se beneficiaría considerablemente,
aumentando la calidad de su docencia e investigación, si sus estructuras
personales y organizativas tuviesen la capacidad de orientarse hacia esta
situación ideal. Sin embargo, es bien sabido que en el contexto de las
instituciones esta forma de actuación se ve frenada por los sistemas
administrativos, las luchas por el poder y la defensa del estatus. Dicho esto estaríamos ante
el caso: ¿se puede ser buen investigador y buen docente? Veamos:
Buenos
investigadores ¿buenos docentes?
Según (Terenzini, 1999). En el caso
español esta convicción está matizada por la idea de que la relación no es recíproca.
Es decir, los esfuerzos para mejorar la calidad de la investigación se ven como
beneficiosos para la calidad de la enseñanza, pero la mayoría de los esfuerzos
para mejorar la enseñanza se ven como perniciosos para la investigación.
Como argumenta Terenzini los datos
empíricos ponen en cuestión el argumento de que los académicos han de
investigar para ser buenos profesores, ya que el conocimiento actualizado de su
disciplina y su actividad investigadora les posibilita traspasar su entusiasmo
por aprender a los estudiantes. Sin embargo, la investigación indica que, en el
mejor de los casos, la relación entre las valoraciones de la enseñanza en la
licenciatura y la productividad científica es pequeña y positiva.
Resulta evidente que no significa que hacer
investigación impida ser un buen profesor. Sin embargo, hoy por hoy, no existen
pruebas concluyentes de que un buen investigador sea necesariamente un buen
docente o viceversa. Lo que parece evidente, es que el trabajo de un buen
docente y un buen investigador presentan un conjunto de similitudes y diferencias. Entre las que se pueden
destacar:
·
Estar al día de los
avances de su campo de estudio.
·
Identificar los temas y
problemas más relevantes para el presente y el futuro.
·
Reconocer las creencias
y visiones del mundo que subyacen a las diferentes aportaciones de individuos y
grupos.
·
Analizar el rigor
metodológico de los diferentes estudios.
·
Señalar los elementos
de su área de estudio que favorecen apropiarse del conocimiento para guiar la
acción.
·
Estudiar las
habilidades y destrezas necesarias para profundizar en el área de estudio.
·
Planificar la acción
(docente o investigador).
·
Ponerla en práctica.
·
Evaluar la acción.
·
Comunicar el proceso y
los resultados.
De lo anterior implicaría que todo
buen docente universitario estaría en condiciones de poder convertirse en un
buen investigador y viceversa. Sin embargo, el hecho de que no suela ser el
caso, tiene que ver con un conjunto de factores y circunstancias sin embargo,
la predisposición del docente/investigador es fundamental.
Precisamente si alguien investiga,
si está elaborando conocimiento sobre un tema o problema y es capaz de pensar que
el conocimiento que se transmite, traspasa o se hace accesible a los y las
estudiantes, no es diferente al que se desarrolla en la investigación, en
principio, está en mejor situación para hacer vislumbrar al alumnado la
complejidad del conocimiento, su provisionalidad, su potencial para explicar el
mundo e intervenir en él, así como su capacidad para modelar opiniones y
prácticas.
Del mismo modo, también podrá
hacerles percibir la importancia de la investigación, las dificultades que encierra,
sus dimensiones políticas y éticas.
Finalmente para que todo esto sea
posible resulta necesario que el profesorado universitario se interrogue, como
mínimo, acerca de sus: - creencias sobre lo que el alumnado debe aprender, —
ideas sobre cómo los y las estudiantes aprenden, — concepciones sobre el
conocimiento y su representación.
El sentido de las respuestas que se
dé cada docente, que nadie podrá dar por él o ella, le dará la clave para
entender hasta qué punto su investigación puede realimentar su docencia. De ahí
la importancia de tener en cuenta las investigaciones sobre la docencia y sus
implicaciones para diseñar y poner en práctica mejores entornos universitarios
de enseñanza y aprendizaje.
Hasta el momento, la universidad y
los profesionales que trabajan en ella siguen siendo los que realizan el
volumen más importante de investigación. Además, como he señalado
anteriormente, parece existir un consenso generalizado en cuanto a la
influencia positiva que ejerce la investigación en la docencia.
Así pues
que el afrontar las relaciones, interconexiones
o interferencias entre la docencia universitaria y la investigación se ha
revelado, a lo largo de este artículo, como un excelente punto de partida para
repensar las culturas académicas. Cada paso en el camino seguido nos sitúa ante
fenómenos, problemas, paradojas, callejones sin aparente salida, que se
configuran como otros tantos proyectos o ámbitos de investigación, así como
desafíos para la calidad de la enseñanza.
Desde mi punto de vista, si fuese
posible señalar el aspecto más crítico de
las
múltiples encrucijadas en las que se encuentra la universidad respecto a los
temas
clave de investigación y docencia, y con dificultad para responder con presteza
a los desafíos que se le van presentando.
PUBLICADO POR: MARÍA BRÍGIDA RIVERO
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