jueves, 28 de junio de 2012

DOCENCIA E INVESTIGACION CONEXIONES PRIMORDIALES EN LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI



Son múltiples y variados los retos de la formación de docentes en la Venezuela del siglo XXI. Muchos se derivan de los avances de la ciencia y la tecnología, cuyas consecuencias afectan a la educación en todas sus modalidades y en todas partes, otros están asociados a la situación del sistema escolar venezolano en los últimos años, otros más son consecuencia de la evolución y características de la formación de docentes en nuestro país y su dependencia cultural.
Entendemos los retos como desafíos o amenazas que incitan a la acción, como señales de alerta provocadoras de reacciones ejemplarizantes, desafíos motivadores de respuestas inmediatas, de soluciones rápidas y acertadas que impidan la prolongación de situaciones indeseadas. En ese sentido asumimos las reflexiones sobre las conexiones entre las dos actividades primordiales del trabajo en la universidad: la docencia y la investigación.
La finalidad de este artículo es explorar un poco acerca de estas dos actividades.
En un análisis realizado por Clark (1997) citado  en la revista Docencia e investigación en la universidad, se menciona cómo poder integrar la investigación y la docencia y argumentó que la investigación tiene, por supuesto, un lugar en el ámbito de la enseñanza y que este concepto no es nuevo ni en la teoría ni en la práctica. Sin embargo, para este autor, esta fuerte conexión se encontraría sobre todo en los programas de postgrado.  Generalmente la  investigación suele verse como una actividad separada de la docencia. En este ámbito encuentra Clark un cierto nivel de incompatibilidad y sugiere que se le preste una especial atención. Y es que las relaciones entre la investigación y la enseñanza no son sólo un tema institucional. La cuestión clave se sitúa en el tiempo que dedican los académicos a la enseñanza y a la investigación para poder lograr un cierto equilibrio institucional.
Según este autor, otros dos temas a tener en cuenta son la estructura del personal académico que está diseñado para responder a las necesidades de la enseñanza, y que los logros en investigación se valoran más que las calificaciones pedagógicas en la promoción y selección de académicos, algo que también sucede en otros sistemas universitarios, como es el caso del sistema español. Estos dos temas contribuyen a crear una situación un tanto paradójica y desigual en el complejo entramado de la universidad española. Los académicos que investigan, un buen porcentaje no lo hace, pasan casi la mitad del tiempo dedicados a tareas de investigación y la otra mitad a las de docencia. Pero son escogidos de acuerdo con las necesidades de enseñanza mientras que la selección (titularidad o cátedra), en unas áreas de conocimiento más que en otras, se realiza teniendo en cuenta los logros en
Docencia e investigación en la universidad.
 En el estudio realizado por Vidal y Quintanilla (1999) la opinión generalizada entre los académicos españoles es que la relación entre la investigación y la enseñanza es inevitable. Casi nadie está de acuerdo con la idea de que trabajar en la universidad implique sólo enseñar. Es más, en algunos casos específicos, el profesorado preferiría sólo investigar, o dedicarse a su actividad creativa (pintura, escultura, literatura, etc.). Sin embargo, para estos autores, esta relación inevitable puede ser positiva o negativa, y eso es lo que intentaron determinar estos autores en su estudio.
La interferencia más común entre las dos actividades se encuentra en la dificultad de hacer investigación si se tiene mucha docencia. El tiempo dedicado a la investigación no se puede dedicar a la enseñanza y viceversa. Por otro lado, los indicadores más claros de transferencia se encuentran en aquellas situaciones en las que la docencia se orienta hacia los intereses de la investigación.
En general, y aunque se trate de situaciones específicas, se encuentra una relación positiva entre los cursos especializados y la investigación. Estas dos afirmaciones reflejan que lo importante para los académicos parece ser la investigación, ya que comienzan pensando qué es bueno o malo para la investigación y luego qué pasa con la enseñanza. En este sentido parecería que la investigación es una prioridad para los académicos, lo que no explica el gran número de ellos que no hace investigación, en particular, en el ámbito de la educación, sorprende la falta de estudios sistemáticos y profundos sobre los muchos y múltiples problemas y desafíos de la educación actual, incluida la universitaria.
En cuanto a las relaciones positivas entre la enseñanza y la investigación, el estudio al que se hace mención señala los siguientes factores como favorecedores de transferencia.

·         La actividad investigadora lleva a la mejora de la enseñanza (pero no viceversa). Es más, los académicos no pueden ser buenos sin hacer investigación, aunque un buen investigador puede ser un pésimo docente.
·         Algunas de las infraestructuras conseguidas a través de proyectos de investigación
también se utilizan en actividades de enseñanza.
·         Las actividades de investigación contribuyen a poner al día al currículum, afectando de forma positiva a los cursos especializados.
·         Si los cursos se relacionan con el perfil investigador del profesorado, la relación es favorable.
De este modo, según los académicos en este estudio, la transferencia afecta de forma positiva la calidad de la enseñanza, la infraestructura y el currículum. Así mismo, las interferencias señaladas son:
a)       Algunos aspectos implicados en las actividades docentes entorpecen la buena investigación, incluso cualquier clase de investigación. Dar clase a grupos diferentes, con un gran número de estudiantes, teniendo muchas horas de clase y un horario poco favorable, reduce la posibilidad de investigar.
b)      La puesta en práctica de nuevos programas aumenta el tiempo requerido para la enseñanza, disminuyendo el tiempo dedicado a la investigación.
c)      La investigación con instituciones externas requiere viajar, lo que afecta a la docencia.
d)     La investigación muy especializada afecta los cursos más generales y básicos de forma negativa.
Es cierto que la gran mayoría de los académicos deberían enseñar e investigar de forma conjunta, pero sólo en determinadas condiciones. En realidad, al igual que en la mayoría de las universidades, valoran más la investigación que la enseñanza. La mayoría de los esfuerzos para mejorar la actividad y calidad de la investigación serán beneficiosos para la calidad de la enseñanza. Por el contrario, parecen convencidos de que la mayoría de los esfuerzos para mejorar la enseñanza serán malos para la investigación.
Esta idea bastante extendida entre los miembros de la academia, incluso entre los del ámbito de la educación, denota una determinada mentalidad entre el profesorado universitario. Esta mentalidad se basa en la creencia de que la única clave de la mejora de la enseñanza la tienen los estudiantes. Que éstos deberían estar listos para callar y escuchar y responder a lo que se les pide en el momento y la forma en que se les pide. De este modo, no es el profesorado el que tiene que desarrollar y adquirir conocimientos y habilidades que contribuyan a mejorar el rendimiento del alumnado. Ha de ser éste el que ha de desplegar toda su inteligencia adaptativa para integrar la fragmentación, dar sentido al conocimiento descontextualizado y sobreponerse a la frustración de aprender lo que sabe que necesitará olvidar para seguir aprendiendo a lo largo de todo su vida.
Para Vidal y Quintanilla (1999) existen seis áreas en las que las decisiones pueden apoyarse en el análisis de la transferencia y la interferencia entre la enseñanza y la investigación.

1.      Las modificaciones del currículum y desarrollo de programas. Para estos autores, buenos grupos de investigación podrían proporcionar una mejor perspectiva de lo que se va a pedir a un determinado profesional. Por estar más en la «punta de lanza» del conocimiento pueden ayudar a desarrollar nuevos cursos o incluso en el desarrollo de nuevos programas.
2.      La formación del profesorado. En algunas áreas científicas, la actividad investigadora es esencial para la formación del profesorado. Buenos grupos de investigación pueden proporcionar nuevas tecnologías (infraestructura) y el conocimiento para la formación.
3.      Infraestructura común para la enseñanza y la investigación. Cuando grupos de investigación adquieren nueva infraestructura utilizando fondos de investigación, la nueva puede reemplazar a la antigua, que se puede utilizar en los laboratorios para alumnado.
4.      La gestión de los recursos humanos. Las instituciones tienen que elaborar los criterios para seleccionar su personal. Las decisiones sobre necesidades de investigación y enseñanza son muy importantes. Un equilibrio entre las dos puede contribuir a una mejora de ambas.
5.      Los horarios docentes. La investigación conlleva algunos requerimientos, uno de ellos es la necesidad de viajar. Esto se puede facilitar concentrando la docencia en un semestre o en unos pocos días a la semana.
6.      La colaboración investigadora interna y externa. La relación personal es uno de los factores que explica el éxito de las colaboraciones investigadoras. Los investigadores pueden colaborar en el establecimiento de relaciones con otras instituciones o compañías para favorecer la movilidad de los estudiantes y su transición al mundo del trabajo.
Parece evidente que una gestión universitaria integrada y flexible se beneficiaría considerablemente, aumentando la calidad de su docencia e investigación, si sus estructuras personales y organizativas tuviesen la capacidad de orientarse hacia esta situación ideal. Sin embargo, es bien sabido que en el contexto de las instituciones esta forma de actuación se ve frenada por los sistemas administrativos, las luchas por el poder y la defensa del estatus. Dicho esto estaríamos ante el caso: ¿se puede ser buen investigador y buen docente? Veamos:

Buenos investigadores ¿buenos docentes?
Según (Terenzini, 1999). En el caso español esta convicción está matizada por la idea de que la relación no es recíproca. Es decir, los esfuerzos para mejorar la calidad de la investigación se ven como beneficiosos para la calidad de la enseñanza, pero la mayoría de los esfuerzos para mejorar la enseñanza se ven como perniciosos para la investigación.
Como argumenta Terenzini los datos empíricos ponen en cuestión el argumento de que los académicos han de investigar para ser buenos profesores, ya que el conocimiento actualizado de su disciplina y su actividad investigadora les posibilita traspasar su entusiasmo por aprender a los estudiantes. Sin embargo, la investigación indica que, en el mejor de los casos, la relación entre las valoraciones de la enseñanza en la licenciatura y la productividad científica es pequeña y positiva.
 Resulta evidente que no significa que hacer investigación impida ser un buen profesor. Sin embargo, hoy por hoy, no existen pruebas concluyentes de que un buen investigador sea necesariamente un buen docente o viceversa. Lo que parece evidente, es que el trabajo de un buen docente y un buen investigador presentan un conjunto de similitudes y  diferencias. Entre las que se pueden destacar:
·         Estar al día de los avances de su campo de estudio.
·         Identificar los temas y problemas más relevantes para el presente y el futuro.
·         Reconocer las creencias y visiones del mundo que subyacen a las diferentes aportaciones de individuos y grupos.
·         Analizar el rigor metodológico de los diferentes estudios.
·         Señalar los elementos de su área de estudio que favorecen apropiarse del conocimiento para guiar la acción.
·         Estudiar las habilidades y destrezas necesarias para profundizar en el área de estudio.
·         Planificar la acción (docente o investigador).
·         Ponerla en práctica.
·         Evaluar la acción.
·         Comunicar el proceso y los resultados.

De lo anterior implicaría que todo buen docente universitario estaría en condiciones de poder convertirse en un buen investigador y viceversa. Sin embargo, el hecho de que no suela ser el caso, tiene que ver con un conjunto de factores y circunstancias sin embargo, la predisposición del docente/investigador es fundamental.

Precisamente si alguien investiga, si está elaborando conocimiento sobre un tema o problema y es capaz de pensar que el conocimiento que se transmite, traspasa o se hace accesible a los y las estudiantes, no es diferente al que se desarrolla en la investigación, en principio, está en mejor situación para hacer vislumbrar al alumnado la complejidad del conocimiento, su provisionalidad, su potencial para explicar el mundo e intervenir en él, así como su capacidad para modelar opiniones y prácticas.
Del mismo modo, también podrá hacerles percibir la importancia de la investigación, las dificultades que encierra, sus dimensiones políticas y éticas.
Finalmente para que todo esto sea posible resulta necesario que el profesorado universitario se interrogue, como mínimo, acerca de sus: - creencias sobre lo que el alumnado debe aprender, — ideas sobre cómo los y las estudiantes aprenden, — concepciones sobre el conocimiento y su representación.
El sentido de las respuestas que se dé cada docente, que nadie podrá dar por él o ella, le dará la clave para entender hasta qué punto su investigación puede realimentar su docencia. De ahí la importancia de tener en cuenta las investigaciones sobre la docencia y sus implicaciones para diseñar y poner en práctica mejores entornos universitarios de enseñanza y aprendizaje.
Hasta el momento, la universidad y los profesionales que trabajan en ella siguen siendo los que realizan el volumen más importante de investigación. Además, como he señalado anteriormente, parece existir un consenso generalizado en cuanto a la influencia positiva que ejerce la investigación en la docencia.
Así pues que el afrontar las relaciones, interconexiones o interferencias entre la docencia universitaria y la investigación se ha revelado, a lo largo de este artículo, como un excelente punto de partida para repensar las culturas académicas. Cada paso en el camino seguido nos sitúa ante fenómenos, problemas, paradojas, callejones sin aparente salida, que se configuran como otros tantos proyectos o ámbitos de investigación, así como desafíos para la calidad de la enseñanza.
Desde mi punto de vista, si fuese posible señalar el aspecto más crítico de
las múltiples encrucijadas en las que se encuentra la universidad respecto a los
temas clave de investigación y docencia, y con dificultad para responder con presteza a los desafíos que se le van presentando.
PUBLICADO POR: MARÍA BRÍGIDA RIVERO

No hay comentarios:

Publicar un comentario