domingo, 1 de julio de 2012

FINES Y PROPÓSITOS DE UN BUEN DESEMPEÑO EN LA EXPRESIÓN ORAL Y ESCRITA

Al nacer, el hombre comienza a escuchar palabras de una lengua hablada por la comunidad a la que pertenece, y a medida que se va desarrollando como un ser social, comienza a imitar y a hacer uso de todo el repertorio lingüístico de las personas que están a su alrededor. De esta manera es como se adquiere la lengua materna, la cual varía de comunidad en comunidad y por el hecho de adquirirse a través del aprendizaje espontáneo, es imperfecta, es decir, no existe un hablante perfecto que haga uso de su lengua materna atendiendo a todas las normas gramaticales de ésta.
     Precisamente, el español, constituye un código amplio; no obstante, esta extensión no imposibilita la comunicación básica de todas las comunidades de hablas pertenecientes al mismo, debido a que los miembros activos en dicha lengua, comparten un mismo patrón lingüístico. Disfrutar de la capacidad innata del lenguaje y materializarlo a través del habla, se considera virtuoso para el desarrollo de la especie humana, la cual ha venido utilizando la palabra como herramienta indispensable para construir su mundo, representarlo y compartirlo. Un individuo es un ser social, y esa caracterización viene dada a partir de que su desarrollo y evolución va generándose por medio de cambios que presenta la sociedad en la cual se inserta.
     Ahora bien, formar parte de una sociedad, entenderse como tal y hacerse notar, siempre va a verse determinado por lo que, actualmente, me conviene tratar: El Discurso. Analizar discursivamente a una persona, constituye una de las maneras más precisas de comprender su naturaleza social; pues el discurso en sí mismo es una práctica social en la cual el ser humano coacciona un conjunto de saberes y experiencias para emitir discursos en torno a lo que para el momento se requiere. En este sentido, el discurso se convierte en vida social, en ese instrumento que genera la actividad social.
     Hablar y escribir, se percibe como esa lógica y compleja solución para dar a conocer nuestras ideas, sentimientos (de cualquier tipo) y emociones, lo que Calsamiglia, H. y Tusón, A. (1999) en su obra: Las Cosas del Decir, resaltan como “Piezas Textuales”, entendiéndose como un sistema que requiere de diversos, en los cuales se pudieran percibir desde los fines y propósitos (dependiendo del caso) con los cuales se crea y produce una determinada pieza textual, hasta conocer la interdependencia contextual que ella posee. Ciertamente, en materia de discurso, la dependencia se va a ver fijada por la condiciones generales que construyen un ser humano, resaltando aspectos: sociales, culturales, locales, cognitivos y particulares.
     El ser es social, precisamente, en la medida en que se forma, crece y se desarrolla en una sociedad, lo que le permite ir recreando un conjunto de características que lo identifican como único e individual dentro de un grupo determinado, considerándose oportuno mencionar el popular dicho de que “cada cabeza es un mundo”; siendo así, su interacción social le van creando un sistema de referencia en el cual su condición, como se mencionó antes, socio-cultural, cognitiva y local, van a ser determinantes al momento de producir piezas textuales, discursos, conversaciones. Metafóricamente, el instrumento de la palabra se convierte en la mejor forma que tenemos los seres humanos de construir y representar el mundo (real o imaginario), en el cual esos referentes van a ser determinantes.
     Socialmente, la necesidad que tiene el hombre de comunicarse, lo han llevado a construir su repertorio lingüístico, a usar o dejar de hacerlo, determinadas palabras para hacerse entender, a maniobrar con las diversas formas expresivas de las que goza, pero todas orientadas al fin último: comunicarse. Cognitivamente, el habla representa la exteriorización de nuestras ideas, las cuales siempre van a estar predeterminadas por los conocimientos previos que se tenga acerca de lo hablado o leído, lo que garantizará, por lo menos, la mínima comprensión acerca del tema. La inteligencia verbal del ser humano, le permite hacer conexiones entre lo dicho y lo entendido, es decir, decodificando los mensajes dados, para así producirse el verdadero proceso de comunicación.
     Culturalmente, se hablaría de las formas de vida, hábitos y costumbres, en los cuales el habla pasa a ser clave esencial. La valoración de la lengua es el primer foco de interés para los análisis del discurso; y es precisamente en la cultura, donde se pueden percibir esas manifestaciones cotidianas y expresivas que forman parte del ser humano. Las relaciones sociales siempre van a estar consolidadas a partir de la comunicación, y esta a su vez por esa capacidad comunicativa que poseemos y que hoy centra mi foco de atención: El Discurso.
     Un discurso es el producto de una práctica social, mejor ilustrado por Faircloug y Wodak, 1997: 258) citados por Calsamiglia, H. y Tusón, A. (1999) como: “un discurso es socialmente constitutivo así como está socialmente constituido: constituye situaciones, objetos de conocimiento, identidades sociales y relaciones entre personas y grupos de personas”. Como bien lo refieren ambos autores, un discurso incluye la complejidad de representar las distintas realidades, creado y generado a partir de la vida en sociedad, convirtiéndose uno en dependiente del otro: no existe discurso sin sociedad que lo determine.
     Al momento de distinguir la complejidad de un discurso, es necesario partir desde sus modalidades, siendo estas Oral, Escrito e Iconoverbal; destacándose allí la heterogeneidad del discurso. Esta clasificación es sumamente importante debido cada forma concreta del discurso, se ve influida por distintas condiciones que serán explicadas a posterior. En materia comunicativa, todo discurso es un proceso interactivo en el cual se pueden realizar interpretaciones continuas por parte de los interlocutores, y las cuales son realizadas con intenciones, metas, visión del mundo, ideología, que construyen el sistema de referencia asidos a un ser humano y que, naturalmente, se ven aflorados al momento de emitir cualquier tipo de discurso, sea formal/culto o coloquial/informal, conformando así el perfil global de una disertación.
     Todo proceso de comunicación está constituido por interlocutores, un contexto y un referente del cual se hable, donde las normas de interpretación de lo dicho o escuchado, se pudieran ver trasgredidas a propósito de lo que “se dice” y lo que “se entiende o interpreta”. En virtud de considerar el discurso como constitutivo de la vida social, sería interesante involucrar las distintas disciplinas que, desde su perspectiva y objeto de estudio, dan una explicación particular a los hechos del lenguaje, lo cual contribuye a vislumbrar la complejidad que encierra un discurso. Históricamente, la Antropología como ciencia, persigue la comprensión del hombre (ser humano) en sus distintas esferas pero, indiscutiblemente, inherente a una sociedad que lo caracteriza.
     Desde esa perspectiva, los hechos discursivos se ven determinados, precisamente, en las distintas situaciones contextuales en las cuales el ser humano se inserta, las cuales van desde un campo informal, familiar, hasta los contextos más formales, profesionales y académicos, en los cuales (ambos) pone de manifiesto sus intereses, propósitos, ideales, por medio del uso de la palabra (Antropología Lingüística), permitiendo distinguirlo como un ser individual, pero socialmente formado.
     Por su parte, la Etnografía de la Comunicación, genera su aporte desde el punto de vista del contacto con la realidad, del constante seguimiento de las prácticas comunicativas sociales y cotidianas, en las cuales se pueden percibir variables como Competencia Comunicativa y Competencia Cultural. En este sentido, vuelve a intervenir el habla como una materialización de la lengua y, por supuesto, como el uso individual y particular que cada hablante, perteneciente a una comunidad lingüística determinada, desarrolla. Desde esta perspectiva, la Etnografía tiene su aplicabilidad en este campo, en la medida que utiliza las piezas textuales extraídas de distintas realidades comunicativas, para ser analizadas desde una óptica interpretativa de los mensajes que produce un hablante conforme a sus necesidades de manifestarse.
     Oportunamente, aparece en este sistema de análisis la Sociología, recreando la necesidad de interpretar y describir los procesos que desarrolla el ser humano inserto en una sociedad, sus relaciones (básicamente dadas por su capacidad y necesidad de relacionarse con otros hombres y comunicarse) en la vida cotidiana. Desde este ángulo, discursivamente, la necesidad de comunicarse es un hecho indispensable y espontáneo que requiere el ser humano para representar su realidad y comprenderla a través de todos esos signos y símbolos que el mismo hombre crea y además le asigna sentido. Todo este proceso es descrito por Calsamiglia, H. y Tusón, A. (1999) como: “Interaccionismo Simbólico”, dentro del cual el discurso puede ser percibido desde dos imágenes.
     Si bien es cierto que una imagen es una representación visual de un objeto, en el área lingüística ésta es entendida como el perfil que caracteriza a un hablante determinado, quien espontáneamente persigue un modelo similar en sus interlocutores, no como una actividad planificada; sino como una reacción psicológica natural, que permitirá o dará paso a ciertas identificaciones sociales, personales, culturales y cognitivas en y durante el proceso de comunicación.
     Siguiendo la misma línea, surge la Etnometodología como esa certeza de que la participación activa que tienen los seres humanos en las distintas situaciones comunicativas, se ve predeterminada por los conocimientos previos que, al momento del desarrollo del discurso, se activan y ponen en funcionamiento, creándose esquemas mentales e interpretativos, construyendo socialmente el sentido e insertándolo en las realidades que así lo requieran.
    Es necesario resaltar que esta disciplina antes referida, parte del análisis de discursos y conversaciones no planificadas, habituales, sin una pre concepción acerca de lo que hablado y, sin el establecido acuerdo de los órdenes de participación durante la conversación. Desde esta concepción, es indispensable aludir a lo planteado por Gumperz, 1982, quien involucra, en este punto, la Inferencia Conversacional, la cual da razón a que las diferencias culturales, sociales y académicas, conllevan a tener una concepción distinta del mundo, por ende, proporcionando comportamientos discursivos y comunicativos distintos, generándose así la Inferencia.
     Entre tanto, el ser humano constituido como un todo complejo, y aun mas sus estructuras cognitivas y mentales, sobrellevan a involucrar la Psicolingüística desde el punto de vista de la psicología del lenguaje, atendiendo a interrogantes de cómo los seres humanos adquieren y desarrollan esta capacidad. Entendiendo que ésta como innata y que no tuviera razón de ser sin la presencia y desarrollo del hombre en sociedad. Es en este nivel, donde pudiera darse  paso a ciertas concepciones relacionadas con las competencias comunicativas y discursivas que posee el ser humano, de las cuales se afirma que crecen por y con la sociedad, a través de las distintas interacciones. Siendo así, la psicolingüística comprende dos niveles fundamentales: la actuación, dada por las prácticas discursivas; y la comprensión del discurso a partir de los referentes asidos al ser humano.
     El desarrollo y evolución del hombre en la sociedad, lo han llevado a la construcción del sentido de las “cosas”, hecho del cual Willegsenstein, 1953, destaca como Uso Público del lenguaje, mejor explicado a través de la siguiente frase: “No existe significado alguno, fuera del uso verbal público” (p.22). Ciertamente, son las mismas comunidades de habla las que determinan la norma relacionada a usos gramaticales, asignación de significado y, especialmente, los usos contextualizados de la palabra para formar discursos. De ahí la verdadera necesidad de reconocer que “el uso hace la norma”, pues es la misma comunidad lingüística la que determina, a través del empleo público del discurso, un conjunto de saberes que le son inherentes a la impetuosa necesidad de comunicarse.
     “Hablar una lengua es participar en una forma de vida” Austin (1962), con esta significativa frase se reconoce, culturalmente, que un discurso es una materialización lógica de nuestros pensamientos, los cuales se concretan en los diversos actos comunicativos, donde sería conveniente citar a la Pragmática como una manera de explicar que “hablar es hacer”, actuar a través de la palabra, situar el contexto y el por qué su influencia en la generación de distintos significados que adquiere un discurso, tomando en consideración factores extra lingüísticos, dados por la diferencia entre hablantes, estatus, condición académica, cultural, entre otras, que son determinantes para el desarrollo y condicionamiento del uso del lenguaje. En este nivel, lo intencional y literal, cumple un rol muy importante en la medida en que se compaginan desde un propósito comunicativo preconcebido.
     A propósito del hecho de que hablar es actuar, es conveniente hacer referencia a otro autor, también citado Calsamiglia, H. y Tusón, A. (1999) en su obra: Las Cosas del Decir, quien propone una Teoría del Principio de Cooperación, la cual se sirve del proceso de la Inferencia, es decir, las implicaturas en materia de comprender las estructuras superficiales y profundas que contiene un discurso (Grice, 1975). Este autor sostiene que la inferencia “es el estudio sobre lo que no está dicho pero que, sin embargo, se quiere comunicar” (p.23). Ciertamente, los discursos se ven acompañados de una fuerte carga significativa que, por ser de carácter social, puede verse trasgredida por los receptores de esas ideas. En muchas ocasiones, los mensajes emitidos por un hablante, intrínsecamente, tienen una finalidad y propósito, más eso no garantiza que sea comprendido por sus interlocutores, de la manera adecuada; esto debido, precisamente, a la concepción de las individualidades de pensamiento y, por ende, de interpretaciones del mundo.
     Como seres humanos, nuestra capacidad interpretativa (me atrevería a asegurarlo) siempre va a estar determinada por lo que para nosotros es importante acerca de lo leído, visto o escuchado. En este sentido, Sperber y Wilson (1986), son reconocidos como los autores de la “Teoría de la Relevancia” aportando una inestimable apreciación sobre el funcionamiento que, cognitivamente, los seres humanos activamos para distinguir, en función de nuestros intereses, y reconocer la información más relevante de los discursos. Es en este punto, donde la teoría semántica (estudio del significado y sentido de las palabras) se ha desfasado de las realidades comunicativas, lo que le ha permitido a la Pragmática intentar explicar, desde el contexto o situación comunicativa, los aspectos relacionados a la complejidad de los discursos.
     Históricamente, la retórica como primera teoría que propone el análisis y estudio del texto como, relaciones entre hablantes, parte de la concepción de que el discurso es un elemento fortalecedor de la adhesión que debe existir entre un enunciador y la audiencia, es por ello que los análisis del discurso no se limitan a un grupo social determinado, debido a que persigue la comprensión de las actuaciones comunicativa que genera y construye el hombre en todas sus facetas. Entonces, el uso de la palabra (oral y escrita) como “Instrumento de Acción Social” (p.26). Efectivamente, en todo proceso de comunicación interviene un bagaje de elementos que complementan las ideas expresadas; de ahí la necesidad de diferenciar entre ambos discursos (oral y escrito) en aras a reconocer que cada uno, por su parte, domina un sistema referencial particular, que harán comprender los discursos desde una óptica diferente.
     “Sin palabras nadie es nada; ni sabio, ni poeta, ni proverbio alguno podría llegar a elogiar el silencio” (De Mauro, 1980:16). Con esta célebre frase, podríamos dar cabida a la distinción entre el Discurso Oral y Escrito. El primero, viene referido por las autoras ya mencionadas, como Modo Oral o Natural, del cual sería necesario partir desde la tradición, resaltando que la oralidad, a lo largo de la historia, ha representado la manera más exacta y fiel de construir nuestra historia, es decir, la tradición oral ha recreado nuestra historia, pasando por los mitos, leyendas, canciones, frases populares una cantidad infinita de expresiones artísticas que representan partes de la vida en sociedad.
     En la oralidad, son tantas las influencias que se imprimen, así como las interpretaciones posibles que se dan de él. Sería conveniente comenzar desde la cantidad de gestos, expresiones faciales, movimientos corporales y vocalizaciones que participan en la construcción de un discurso. Esto se debe a que esta expresión natural se ve determinada por lo que se dice y lo que se hace; es desde esta modalidad del discurso, donde los seres humanos somos sociables, puesto que es la que nos permite establecer las relaciones pertinentes, espontáneas e indispensables que caracteriza nuestra especie humana. Las autoras ya referidas, mencionan un ejemplo muy significativo y común que permite comprender la complejidad del discurso oral: “Dejarse de hablar con alguien es una expresión sinónima de romper relaciones”. Efectivamente, el discurso oral es acción, es actuación.
     Cuando nos expresamos, naturalmente, nuestros movimientos se van adaptando a la magnitud de lo que queremos manifestar. De ahí la necesidad de que todo ese sistema, inclusive el tono de voz y seguridad expresiva, ayuden a garantizar la credibilidad de lo que se está manifestando. Como seres humanos, nuestras capacidad de interpretación van a verse trastocadas por los estilos de aprendizajes (teoría constructivista de la enseñanza-aprendizaje) de los cuales en cada ser, va a predominar alguna, sea por su condición visual, cinésica o auditiva. Correspondería en este caso, referirnos a la visual y cinésica como elementos claves que se coaccionan en los discursos orales, dándole sentido a los hechos comunicativos naturales, propios de la condición humana.
     Ahora bien, desde el surgimiento de la escritura, se pudiera decir que existe una manera concreta y puntual de comprobar los hechos del habla, debido a que esta versión de la lengua va a representar una huella material del mundo. En esta ocasión, competería enfatizar sobre la escritura alfabética, de la cual producto de sus combinaciones, podemos contar, actualmente, para la creación de un repertorio lingüístico combinable y muy valioso para el desarrollo del hombre en sociedad. En este sentido, Goody, 1977, citado por las autoras referenciales, sostiene que:
La escritura es de importancia fundamental no simplemente porque preserva el habla a través del tiempo y espacio, sino porque transforma el habla, abstrayendo sus componentes y permite volver a leer, de tal modo que la comunicación a través de la vista crea unas posibilidades cognitivas para el ser humano muy distintas a las creadas por la comunicación emitida por las palabras que salen de la boca (Goody, 1977:128). Explicándose claramente que la necesidad del discurso escrito es una manera de comprobar y da fidelidad de la historia y evolución del hombre en la sociedad, de sus creaciones, ideas, incluso en materia de formalidad y legalidad, el texto escrito se considera como un documento en el cual, las situaciones ambiguas (mas presentadas en el discurso oral) se disipan casi en su totalidad.
     “Para vivir y comprender totalmente, no necesitamos sólo la proximidad sino también la distancia” (Goody, 1977). Desde esta perspectiva, se comienza a reconocer que la producción de los discursos escritos son evidencias reales de la historia del hombre en sociedad. Incluso, es el responsable de las mejores y más productivas tareas que ayudan al crecimiento intelectual del individuo. Esta compleja dimensión que se ve en la escritura, es el resultado de las competencias lingüísticas adquiridas en el discurso natural y espontáneo (oral); sin embargo, cuando se está en presencia del discurso escrito, se pudiera decir que el individuo ha adquirido cierta madurez verbal, es decir, la competencia de la lengua escrita.
     La tarea de escribir es una actividad realmente planificada, pues la condición natural del ser humano, en el ámbito de la comunicación, va a variar en función de la necesidad que se le presente: si el compromiso es verbal, haciendo uso del discurso oral, la activación de los conocimientos previos y la argumentación desde su sistema de referencias, van a terminar de darle sentido a lo dicho; no obstante, en el discurso escrito hay un mayor esfuerzo cognitivo, un pensar y repensar antes de plasmar las ideas. Recordando que un texto escrito es una memoria imborrable de las ideas del hombre, y en la medida en que esas ideas sean bien construidas, poniendo en práctica diversas competencias retóricas a fin de alcanzar la construcción del discurso.
     El complejo mundo del discurso involucra un sistema global que caracteriza e identifica al hombre, mundo en el cual los hechos y las palabras son sinónimos, donde es el discurso es el mejor instrumento que crea la vida social…
PUBLICADO POR: CARLA BRICEÑO

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